ANTÍTESIS
Pablo Victoria.
Cada vez es más
evidente que la presidencia de Santos se ha convertido en la principal
colaboradora y promocionadora de las FARC. La publicación en los grandes
diarios del país del famoso acuerdo sobre el primer punto de la agenda, el tema
agrario, no da para ningún análisis porque se ha mantenido oculto su contenido.
Y oculto se ha mantenido porque no conviene en estos momentos crear una
controversia pública sobre el particular, hasta cuando los “detalles” se hayan
pulido, cosa que ocurrirá posteriormente cuando los negociadores de La Habana
estén suficientemente reblandecidos por la buena voluntad mostrada por el grupo
terrorista al no haber pateado la mesa de negociaciones. Las anunciadas
“transformaciones radicales” de la llamada realidad rural no dan para tanto.
Sería un “escándalo” hacerlo prematuramente. También esperan que la opinión
pública esté suficientemente reblandecida para hacerlo. Ya llegará el momento.
Es evidente que este acuerdo preliminar hace parte de las llamadas “zonas
agrarias” exigidas por las FARC, que serán habitadas por campesinos,
afro-descendientes e indígenas suficientemente bien adiestrados por esa
organización delictiva.
Es también
evidente que, en tanto Venezuela importa papel higiénico, Santos importa el
chavismo de Venezuela de varias sutiles maneras: apoyando la retroactividad que
la Corte Constitucional ha impuesto sobre los derechos pensionales adquiridos,
decisión que abre paso a cualquier otro atropello futuro; la otra manera es la
guerra mediática de alta intensidad que se está haciendo contra los que no
apoyan el Marco Jurídico para la Paz por la impunidad que representa contra los
delitos de lesa humanidad.
Lo cierto es que
a través de este coladero del santo-chavismo se irá profundizando cada vez más
en el país la socorrida tesis del Estado Social de Derecho, que en sana crítica
jurídica, ni es social ni es de derecho, pues días llegarán en que instale como
una lacra de la peor laya la propiedad privada “relativa” con miras a la
“equidad” y a la “igualdad”, propuestas fundamentales de la revolución liberal
en marcha. Falta la “fraternidad”, a cuyo nombre fueron decapitados cientos de
miles de franceses que padecieron la primera y más infamante tiranía que
recuerde la Historia, también de origen liberal. Por supuesto, en Colombia no
habrá guillotina, pero los cuellos de los que hoy aplauden el proceso de paz y
la impunidad manifiesta que traerá el Marco Jurídico para la Paz serán los
primeros en ser descubiertos para colocarles el yugo del Estado Igualitarista,
que no dejará títere con cabeza.
Entonces se habrá sellado el pacto de colaboración del gobierno Santos
con las Farc. Y los que no viven en Colombia volverán a aplaudir con regocijo.
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