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martes, 11 de diciembre de 2012

EL PAPA CUESTIONA LA VIRGINIDAD DE MARÍA


  Pablo Victoria

 Algunos dirán que esto no es posible. Otros que lo dicho por el Papa en su libro La infancia de Jesús no indica eso y que es una mala interpretación; otros mirarán para otro lado, se pondrán gafas oscuras y continuarán ignorando lo que es a todas luces una herejía monda y lironda. Los más osados papistas dirán que al Papa no se le puede juzgar, menos por un seglar, diga lo que diga y haga lo que haga. Así estamos. Pero la realidad es otra. Lo voy a citar textualmente con el libro en mis manos (p. 41): “A partir de Agustín se ha explicado la cuestión en el sentido de que María habría hecho un voto de virginidad y se habría comprometido sólo para tener un varón protector de su virginidad. Pero esta reconstrucción está totalmente fuera del mundo judío en tiempos de Jesús, y parece impensable en este contexto… Se dice que María, que aún no había sido recibida por José, no había tenido contacto alguno con un hombre y habría entendido que debía ocurrir con urgencia inmediata lo que se le había dicho. Pero esto no convence, porque el momento de convivencia no podía estar lejano.”

Esta argumentación era lo que el padre Llano necesitaba para cuestionar, a su vez, no sólo la virginidad de María, sino el nacimiento divino de Jesús. Dice Llano: “...como madre del hombre Jesús, igual a nosotros, lo engendra con un acto de amor con su legítimo esposo, José, del cual tuvo cuatro hijos varones y varias mujeres”. Suficientemente grave es para las verdades teológicas católicas lo que asevera este cura: que Jesús, hombre, no era de procedencia divina, sino un ser humano engendrado como nosotros por medio de una cópula carnal y que María no fue siempre virgen como también es dogma de Fe. Estos errores, sin embargo, proceden de lo que el Papa dice claramente y lo que no dice tan claramente. Analicemos lo primero y luego lo segundo.

El Papa plantea la duda sobre lo que los Padres de la Iglesia (Nicéforo, Ruperto, Hugo de San Víctor, San Agustín, San Pedro Damiano, San Ambrosio, San Jerónimo, San Crisóstomo y Santo Tomás) aseguraron siempre: de que María había permanecido virgen antes, durante y después del parto; por eso se le ha llamado “la bienaventurada siempre Virgen María”. Más explícitamente dice Benedicto: “Pero esta reconstrucción está totalmente fuera del mundo judío en tiempos de Jesús, y parece impensable en este contexto”. Es decir, es impensable que María hubiera permanecido virgen.Hegesipo, que era judío y convertido a cristiano en el siglo II, lo asegura en los cinco fragmentos que se conservan en el SpicilegiumPatrum (Grave, Tomo II).  Pero Benedicto XVI no sólo desconoce esta tradición, doctrina y dogma, sino que no se detiene allí; veladamente cuestiona la ascendencia divina de Jesús. Repasemos con más cuidado: “Se dice que María, que aún no había sido recibida por José, no había tenido contacto alguno con un hombre y habría entendido que debía ocurrir con urgencia inmediata lo que se le había dicho. Pero esto no convence, porque el momento de convivencia no podía estar lejano.” Es decir, María aún no había convivido con José pues, en efecto, era su prometida. Cierto. Pero inmediatamente después el Papa plantea la duda: la convivencia, o consumación del matrimonio, “debía ocurrir con urgencia inmediata”. Esta inmediatez, esta urgencia sin plazos, excluye el plazo de nueve meses que José debía esperar para ayuntar con María, lo cual supone, o que Jesús era hijo carnal de María por obra de José, o que estando ya encinta por obra del Espíritu Santo, José, de todas maneras, y con urgencia inmediata, iba a ayuntar con ella. Las posteriores cópulas, claro, tendrían como consecuencia los demás hijos suyos, hermanos carnales de Jesús. El padre Llanos interpretó lo primero y lo segundo, a saber, que Jesús era hijo carnal de José y que María tuvo más hijos e hijas carnales del mismo marido. ¿Puede un Papa sembrar semejante duda? ¿Se adueñó de la Iglesia?

No obstante, en las páginas 62-63 del citado libro, es decir, 21-22 páginas más tarde, el Papa aclara que Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y que su concepción y nacimiento son “un elemento fundamental de nuestra fe”. Esta rectificación no tiene nada de raro, pues es sabido que en la teología modernista no existe el principio de “no contradicción”; tampoco se tiene en cuenta de que la ligereza en las expresiones papales, la sombra de duda sembrada, puede tener un efecto devastador sobre los creyentes, pero, sobre todo, sobre los enemigos de la Iglesia que reciben armas gratuitas que siempre habrán de emplearse contra Ella. Esta intencionada laxitud tiene el propósito de ir acomodando a las otras religiones dentro de la Católica para no crearles innecesarias incomodidades, mientras muchos católicos hacen una lectura más benigna y acomodaticia de las dudas sembradas. Así trabaja la mente humana que es, generalmente, acrítica, sobre todo cuando se argumenta desde la autoridad.

Dicho lo anterior, la extemporánea rectificación no da para salvar la duda que el mismo papa siembra, ya sin ambages, sobre los futuros partos de María, v. gr., los hermanos carnales de Jesús, tan paupérrimamente cacareados por los protestantes. Y vale esta acotación para decir que el “remiendo” de las pp. 41-42 en el sentido de que “el compromiso se establecía de manera unilateral por el hombre, y no se pedía el consentimiento de la mujer. Pero tampoco esta observación resuelve el problema. Por tanto, el enigma de esta frase  --o quizá  mejor dicho: el misterio--   permanece”, tampoco resuelve la duda planteada. Es decir, que sea un misterio que María aceptara o no el “compromiso” establecido unilateralmente por el hombre, sigue sembrando la duda de si María aceptó o no tener más hijos, este vez de José. El misterio sigue siendo ambiguo. Y es allí donde acomoda a los protestantes para el sincretismo religioso propuesto por él, por el anterior Papa y por el Concilio Vaticano II. Antes, las ambigüedades se llamaban herejías ("y porque no sois ni fríos ni calientes os vomitaré de mi boca").

Tenemos mucho cura y mucho Papa.



            Tenemos mucho cura y mucho Papa.                                   

2 comentarios:

  1. Con todo respeto pero creo que la herejía es más de su parte, primero me parece curioso que utilice métodos argumentativos laicos racionales para defender algo que sale de lo racional, o sea usted está igual que los teólogos modernos, además utiliza la palabra duda para referirse a algo que es una herejía, entonces no sé muy bien con qué equipo está jugando usted, haciendo uso del adagio hegeliano de utilizar la fuerza argumentativa del enemigo para hallar sus contradicciones internas más fácilmente, y quedar como un seglar que utiliza lenguaje racional para defender algo que está por encima de la razón, usted no es ningún católico, es un charlatán más que defiende posiciones mal llamadas "ultracatolicas" que a la larga para usted no tienen ningún sentido, déjenos a los católicos de bien disfrutar de nuestra iglesia sin herejes como usted.

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  2. Estimado Pablo,
    Creo que usted es víctima de una terrible confusión y está haciendo decir a su santidad Benedicto XVI, cosas que en el texto no dice. He revisado el libro, que también lo tengo en mis manos, para verificar la cita y puedo decirle que el Papa nunca niega la Virginidad de María.
    En el texto citado el Papa se pregunta por dos hechos aparentemente contradictorios: Que María estuviese prometida a José como esposa, y que le hubiese respondido al ángel "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?". El Papa presenta las diferentes hipótesis que a lo largo de la historia de la Iglesia han surgido para explicar esta contradicción, y ahí es que viene el texto citado:
    1. La hipótesis de San Agustín, según la cual María hubiese hecho votos de virginidad perpetua, cosa que era inexistente y además impensable en el mundo judío.
    2. La hipótesis según la cual María hubiese entendido que iba a quedar encinta ahí mismo, que también resulta demasiado reforzado.

    Por el contrario, el Papa no ofrece solución a este problema, no hace ninguna afirmación al respecto. Simplemente dice que queda la cuestión sin resolver.

    En este sentido no niega la virginidad perpetua de María, sino la hipótesis de que estos hubieran sido sus planes originales.

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