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martes, 21 de agosto de 2012

EL OSCURO CONGRESISTA



ANTÍTESIS


PABLO VICTORIA



Le sobran agallas a la columnista de El Espectador, Cecilia Orozco Tascón. En su columna del 8 de febrero de 2012 hace referencia a la destitución que hace 21 años produjo la Procuraduría, en manos de Alfonso Gómez Méndez, del general Arial Cabrales “por no haber tomado medidas (para) proteger la vida de los rehenes (y por haber) supeditado su seguridad física (a) la del sometimiento del grupo guerrillero”. Y agrega: “De inmediato el Senado le organizó un debate en que lo tacharon de ‘enemigo de las Fuerzas Armadas’. El oscuro congresista de la época Pablo Victoria, íntimo amigo del reeleccionista procurador Ordóñez y cuya esposa trabaja con éste, propuso condecorar al general ‘ofendido’”.

Rara vez he dado marcha atrás en mis apreciaciones sobre la vida política de este país; es más, no recuerdo haberlo hecho en ninguno de mis debates en el Senado o Cámara de Representantes. No he dado marcha atrás de la opinión que tuve, y el debate que hice, contra el presidente Ernesto Samper; tampoco sobre el general Álvaro Velandia Hurtado, acusado injustamente de la muerte de Nidia Erika Bautista; no lo hice sobre el tema de los helicópteros rusos comprados por Samper a cinco veces el precio cotizado en Miami, como lo demostré en el debate; menos aún daré marcha atrás en el concepto que me merece el general Arias Cabrales, o el coronel Plazas Vega, mártires ambos de una justicia mediatizada, voluble, estéril, injusta, proclive e infiltrada por una izquierda ruinosa y vendepatrias, que confunde los deberes ciudadanos con los derechos de los bandidos; que no duerme desde 1846 y que por ello alucina con reivindicaciones sociales, como si el mundo le debiera algo; que desequilibra el Estado de Derecho con el Estado de Opinión; que condena sin pruebas, con el mero señalamiento de algún bandido en trance de rebaja de penas; que legisla por encima del poder constituyente del Congreso, un Congreso arrodillado y acobardado ante la iniquidad judicial que lo apabulla; en fin, señora, rara vez he dado marcha atrás en mis apreciaciones, y no será ésta en la que dé el traspié de creer que Arias Cabrales y Plazas Vega no merecen el aplauso de la sociedad colombiana, la recompensa de la Historia y el agradecimiento de todos los ciudadanos de bien por haber retomado el Palacio de Justicia y salvado la democracia. Y digo esto, porque no existe una sola prueba que demuestre, sin ninguna duda razonable y legítima, que estos oficiales dieran la orden o cometieran actos de barbarie y de desaparición de detenidos.

Cecilia Orozco Tascón, directora de Noticias Uno y amiga del inefable, bilioso y retorcido Ramiro Bejarano, me llama “oscuro congresista” por haber ejercido mi derecho a la defensa de inocentes, como Senador que era. Oscuro, porque contra mí no pesan cargos de corrupción; porque no me distinguí por haber asaltado el erario; porque no me destaqué por hacer ni condonar contratos leoninos con el Estado; porque no fui paramilitar, ni narcoguerrillero, ni narcotraficante. Oscuro, porque no financié mis campañas políticas con dineros oscuros. Oscuro, porque ejercí la cátedra universitaria durante dos décadas; porque me doctoré dos veces en el exterior, sin bombos ni platillos, summa cum laude; porque he escrito libros de economía y últimamente de Historia, publicados por Planeta, no precisamente una editorial oscura y clandestina. Oscuro, porque defiendo la civilización cristiana, la familia heterosexual; oscuro, porque no defiendo el derecho de las mujeres a asesinar a sus criaturas en el vientre; porque no creo en la eutanasia, ni en lo que llama “matrimonio” el trasnochado liberalismo de izquierda.

Oscuro, porque Orozco me acusa de ser amigo de Alejandro Ordóñez (gravísima acusación), que es lo mejor que le ha podido pasar a un país sumido en la corrupción y en la impunidad; oscuro, porque mi mujer trabaja con el Procurador, como si se tratara de que el jefe del ente disciplinario no pudiera escoger quién ha de trabajar con él, y quién no, de acuerdo con sus convicciones personales.  Porque, sepa la señora Orozco, que a la administración pública nadie llega tan loco como para invitar a sus enemigos a colaborar, como tampoco se lleva  a quién esté en el lado opuesto de lo que el funcionario cree y, en últimas, porque mi señora se ha destacado por ser una de las funcionarias más eficientes con que cuenta la Procuraduría General de la Nación, y ni a ella, como a mí tampoco, nos pueden endilgar corruptelas, o acusar de indelicadezas en este o en otro país.

Parece ser que parecemos oscuros a una izquierda iluminada por la fogata donde desde hace tiempo arden sus ideas, mil veces fracasadas, que no es otro que el basurero de la Historia.

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