No cabe duda de que este es un país de
carteles. Los hay de la droga, del comercio, de la industria, del periodismo,
de las falsas acusaciones, de la inmoralidad y, últimamente, de la toga. Todos
son peligrosos, tremendamente peligrosos. El cartel de la inmoralidad no sólo
lo componen contratistas, sino, quién pudiera pensarlo, feministas y mujeres
que aspiran a que se les consagre de manera definitiva el derecho al asesinato
de sus hijos. De los que están por nacer. Son 1.200 activistas en un país de 46
millones. Hacen mucho ruido. Aspiran a ser monopolio. Se empezó por darles
gusto al despenalizar el aborto en tres casos, reglamentados por la Corte
Constitucional; en pocos años, estoy seguro, se avanzará a otros más y se
ampliarán los meses en que este asesinato legal pueda extenderse. Instaurado
como “derecho”, el aborto desconoce a la otra parte en conflicto: el hombre,
que perdió su derecho a objetarle.
Llama
también mucho la atención el otro cartel de la inmoralidad que se está
consolidando en Colombia: el del periodismo, que hace vida común con el de las
abortistas. Este gremio está compuesto, principalmente, por gente “progre” y
“chévere”; gente que ni siquiera repara en la otra inmoralidad que es el
silencio culposo: por ejemplo, el silencio que guardó durante años, y continúa
guardando, Daniel Samper Pizano sobre el presidente Ernesto Samper Pizano,
rehén de los narcotraficantes que lo financiaron. Eso sí, en su artículo de El
Tiempo del 16/9/12 llama al Procurador “corrupto” dizque por dar empleo a
“familiares y amantes” de los magistrados de la Corte Suprema. Supone el infame
periodista que fue a cambio de la reelección, como si la Corte no fuera
sensible al clamor de la opinión pública que quiere la reelección porque este
procurador ha demostrado que es el único que hace gala de este título en
muchísimos años y que ha combatido, precisamente, la corrupción pública. Pero,
¡qué le vamos a hacer! Daniel Samper es un sujeto siniestro que guardó cómplice
silencio cuando su hermano desempeñó el más alto cargo de la nación con lujo de
corrupciones.
Nos
queda por tocar el otro cartel, el más peligroso de todos, más que el del
narcotráfico, el de los periodistas, la industria, el comercio, el de las
falsas acusaciones. Este cartel resume y sintetiza los peores carteles, a
saber: los del periodismo movido por intereses inconfesables; el del feminismo
y, en general, el de la inmoralidad. Es el cartel de la toga. El de los altos
magistrados que, parapetados en unos cargos que nadie vigila, carecen de jueces
naturales y jurídicos y actúan como verdaderos soberanos absolutistas con
poderes tiránicos y dictatoriales. Es el caso de la Corte Constitucional, que
ordena al Procurador a retractarse de lo actuado en
materia de asesinato de inocentes. Es el nuevo Herodes de los tiempos modernos.
Sí, porque no hay peor corrupción que la de una institución que, proclamándose
Todopoderosa, no sólo escribe las leyes sino que a partir de ellas dicta sentencia. O que me
digan dónde en la Constitución se habla de derechos al aborto, siquiera en los
tres casos reglamentados por estos tiranuelos de hojalata. Al contrario, la
Constitución habla del “derecho a la vida” que, genéricamente, protege a los
que están por nacer; de aquellos que no tienen juez que los ampare, ni abogado
que los represente; de aquellos a quienes nadie pregunta si quieren vivir.
Porque, según este cartel, el asesinato del inocente, ya por violación, ya por
defecto físico, resarce a la víctima: la mujer. Es decir, se castiga al ser
indefenso, no al agresor, con la pena máxima. Es el nuevo holocausto de los hitlerianos redivivo.
Utilizar a Hitler como argumento de desprestigio para esos cafres corruptos, le quita mucha seriedad a este blog.
ResponderEliminar