Pablo Victoria
Hace unos años varios paramilitares y políticos menores fueron juzgados por suscribir un documento en el que se anunciaba la intención de “refundar” el país mediante una nueva Carta Constitucional. El documento de marras no tenía más importancia que consignar una opinión, más o menos fundada, de cómo debía ser el nuevo país. El juzgamiento y condena fue un claro ejemplo de “delito de opinión”, inexistente entre nuestro ordenamiento jurídico. Pero ésas eran y son nuestras Cortes, corrompidas en Derecho y extralimitadas en funciones.
Juan Manuel Santos, engranado entre los políticos mayores,escribió al presidente Pastrana el 4 de septiembre de 1998, que si de veras quería la paz debía liderar un nuevo Frente Nacional con la guerrilla colombiana para “redistribuir” el poder político con una “recomposición” constitucional. Decía: “Es necesario, pues, que el Gobierno, en vez de fijar aisladamente los parámetros de la reforma política, defina los procedimientos y abra los espacios para negociar con la insurgencia dichos cambios institucionales.”
Claro, no se trataba de claudicar ni de entregar el país a los subversivos, como él mismo explica, pero se trataba de entregar parte del país a la guerrilla. Ya desde entonces este presidente tenía arrestos mesiánicos, entreguistas, pactistas, y endiabladamente conspiratorios contra una ciudadanía que quería ver la derrota de una guerrilla envalentonada. Juan Manuel Santos había, en efecto, firmado un documento mucho más subversivo y comprometedor que aquél otro firmado por paras y políticos menores. Pero la mano de voluble y voluntariosa de las Cortes jamás lo enjuiciaron. Era un político mayor, perteneciente a una casa y casta mayor, que había qué tener en cuenta: era de la Casa Santos y. columnista, del diario dominante del país.
Han transcurrido ya catorce años desde la firma de ese premonitorio documento. William Calderón lo ha sacado a la luz pública, pero la Corte Suprema desde hacía marras había apagado la suya y tirado la vara con la que midió a los “refundadores” de la Patria, signatarios de un documento que parece ingenuo y de cortos alcances frente a éste del maromero y mangurrino presidente.
¿Habrá quién le ponga el cascabel al gato?
No hay comentarios:
Publicar un comentario