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martes, 13 de noviembre de 2012

EL CARDENAL TAMBIÉN DEVORA A SUS HIJOS



Pablo Victoria 

No me refiero a las joyas ni al anillo que adorna el dedo del Cardenal Rubén Salazar. Me refiero a las “perlas” que salieron de su boca en el reportaje que María Isabel Rueda le hizo en el diario El Tiempo el 13 de noviembre de 2012.

"El cardenal también devora a sus hijos"


Primera Perla: Cuando Rueda le pregunta sobre el hecho de que el aborto está permitido en Colombia por tres causales concretas, responde el Cardenal: “Cuando el aborto se despenalizó en esos tres casos concretos, yo dije: está bien. Pero el aborto no puede ser un derecho que hay que enseñar en las escuelas”. Es decir, Rubén Salazar piensa que, sin que sea un derecho, el aborto en los tres casos señalados por la Corte “está bien”.  (Y si no es en las escuelas, ¿se puede enseñar en otras partes? Y si “está bien”, ¿por qué no se puede enseñar en las escuelas?) Es una nueva doctrina católica (contradictoria y ambigua) que sale de sus labios, no de los labios del Papa, ni del Colegio Cardenalicio, ni de los Santos Padres, ni de la doctrina oficial.  Es decir, lo que nos está diciendo el prelado es que asesinar al inocente corrige, de alguna manera, el delito del violador (uno de los casos); o resarce a la madre por causas de su malformación; o que está bien matar al inocente porque, inocentemente, pone en peligro la vida de su progenitora. “Está bien”, dice. Está bien en los tres casos de la Corte. La jurisprudencia y las sentencias aditivas hacen presencia en la Iglesia. Han sido elevados a ser los nuevos Padres de la Escolástica del crimen. La Iglesia ha de aprender de ellos.

La Segunda Perla: Ante la insistencia de la Rueda de que la Corte ha ordenado que entre los niños se promuevan los derechos sexuales y reproductivos, el Cardenal responde, entre otras: “el embrión es un ser humano en potencia que no se puede destruir…” ¿Habrá reparado el Cardenal en dos hechos a los que apunta su frase? El primero, que contradice que el embrión pueda destruirse en los tres casos sancionados por la Corte y por él mismo cuando dijo “está bien” lo que la Corte sentenció. El segundo, que el embrión sea un ser humano “en potencia”. Es decir, si es un ser humano sólo en potencia, no debería haber mayores objeciones para destruirlo; las objeciones se presentan cuando se piensa que el embrión no es “en potencia” un ser humano, sino que “es, de hecho, un ser humano”, porque tiene alma humana, que es forma. Que esté en formación progresiva, es otra cosa. Es decir, el tema se tiene que centrar en si un feto es o no un ser humano, y si lo es, pues no se puede destruir.

La Tercera Perla: La Rueda inquiere sobre la eutanasia y pregunta: “¿la eutanasia no pretende aliviarle al enfermo sus padecimientos cuando ya resultan sobrehumanos?” Y ahonda: “Y si decide [morir] la propia persona?” A lo cual contesta el Cardenal con otra novísima tesis: “Ahí nosotros podríamos entrar a mirar las cosas con mayor amplitud… Lo que me parece terrible del proyecto de ley es que tiene resquicios por donde se puede meter la eutanasia determinada por el médico…”  Es decir, el Cardenal deja la puerta abierta para una discusión que en la doctrina de la Iglesia ha sido mil veces aclarada: No hay justificación para la eutanasia ni clínica ni personalmente consentida. Los métodos ordinarios deben mantenerse.

El colofón de las perlas se cierra con una reflexión cuando la Rueda le pregunta sobre el obispado de mujeres, aceptado por los anglicanos y el arzobispo de Canterbury. El Cardenal católico responde: “Son posiciones muy discutidas en la Iglesia. No me ponga en aprietos”. Esto tiene dos lecturas: la primera, que la Iglesia está discutiendo la posibilidad de la ordenación de mujeres curas; la segunda, que, aunque la Iglesia ya tiene cerrado el asunto, el Cardenal lo tiene “abierto”; de ahí el “aprieto” en que María Isabel lo puso… Parece que Roma locuta no es causa finita, con este Cardenal.

En fin, lo respondido por su Excelencia es una sarta de inconsistencias consigo mismo y con la doctrina oficial. Pero estos son los tiempos de una Iglesia que ha perdido el Norte. Y de un Cardenal que ha perdido los papeles. “Está bien”.


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